martes, 27 de febrero de 2018

El ego del verdugo






Cuando abrí esta ventana para mostrar algunas de las cosas que me gustan, no me propuse usar este blog para apostolar sobre el mundo literario. Es algo que no creo que sé me dé bien por inconstancia y modestia mal gestionada. Podría haber contenido este rincón en un viaje hacia las profundidades del ego, asunto que podría interesar a quienes gustan de conocer los vericuetos del oficio de escritor, o hacer del blog un muro de las lamentaciones o un escaparate constante. Me da pereza, la verdad. Creo que hay que tener arte para todo, y sobre todo para darle la brasa a la gente.

Pero...

Pero saco nueva novela. La secuela, nada menos, de Coburn; la novela que me ha dado más gusto, más reconocimiento y me ha hecho llegar a más gente. Una novela que continúa las aventuras de mi asesino a sueldo favorito, un personaje que me ha agarrado de las solapas y me grita a un palmo de la cara que no le deje así, que necesita un final, que está muy viejo como para que le dejen colgado. Un tipo que ni me cae bien y al que le deseo lo peor. Y lo peor para él es que yo siga escribiendo su historia.

La misericordia del verdugo es una novela que ha dejado atrás tres borradores y más tiempo de la cuenta en escribirla. Es una obra donde he intentado hacer un más difícil todavía en una historia plagada de difíciles. Violencia, ritmo, diálogo... Molonidad. Tal vez ese sea el concepto que ha pululado más por mi mente mientras trabajaba en ella. ¿Por qué gusta Coburn? Porque mola. Porque hace lo que no es capaz de hacer casi nadie, porque se mete en líos imposibles y siempre tiene un latigazo verbal y una última bala. Coburn es mi Sherlock Holmes y mi James Bond. Pero mucho más cruel e imprevisible. Una mala persona que convierte en carne para perros todo lo que toca. Una máquina que se alimenta de frases rápidas e intensidad. Porque, amigos, todo es muy intenso en las novelas de Coburn. Todo el mundo está a punto de morir de un ataque al corazón, y todas las situaciones pueden terminar en un baño de sangre. Así, durante trescientas páginas. Normal que acabar agotado. Escribir La misericordia del verdugo me dejó reventado y con ganas de escribir cosas bonitas, al menos durante unos minutos.

Y después de todo el jaleo, los tecleos y los paseos buscando inspiración, ya está, la editorial Cuadernos del Laberinto, Carlos y Alicia, han preparado este libro que huele a desierto, a aceite de armas y a bourbon. Aquí verás persecuciones con coches ardiendo, vendettas de los narcos, amistades y traiciones y asesinos que no tienen moral.

Pronto llegará una nueva historia de Coburn. Mi Imperio Contraataca, mi siguiente paso en la novela criminal. Obviamente, estáis invitados.

Información sobre la novela en:

jueves, 15 de febrero de 2018

Godless






Siempre se ha dicho que la pervivencia de un género como el western radica en su capacidad para contener casi cualquier tipo de historia dentro de sus propios arquetipos. Parajes desolados, grandes llanuras, naturaleza salvaje, libertad... Son elementos comunes en lo que llamamos cine del Oeste o pelis de indios y vaqueros. Con sus épocas doradas, sus crepúsculos y reinvenciones, sus caídas al fango y sus producciones europeas, el western siempre está ahí. Es el contenedor de las grandes historias.

Y Godless, o Sindiós para los que gozamos con las filigranas de la lengua española, es el último gran western actual. Una miniserie de siete capítulos producida por Netflix y creada, escrita y dirigida por Scott Frank, nominado al Oscar por su guión de Logan y director de una de las mejores cintas del último Liam Nesson, Caminando entre las tumbas. Godlees es una obra de autor dentro de lo que eso significa en una maquinaria imparable de productos de consumo como es Neflix. Pero es una obra de autor que funciona, que cumple su cometido, y que denota un gran amor por el western.

Sindiós es una historia coral que confluye en un duelo al sol. Es tradición, rodaje sobrio, panorámicas y desarrollo de personajes. Es una aventura de forajidos que se traicionan, el destino de un pueblo minero habitado por mujeres, el final profético de un villano humanizado, la redención de un maleante en una granja habitada por una mujer que no ha conocido más que la desgracia, un gran amor lésbico y un canto a ritmo de country y un sentido de la épica pocas veces visto en la televisión.

El pueblo de LaBelle es el escenario del irremediable enfrentamiento entre el mal y el mal mayor. Una miniserie que se ha llamado "western feminista" y no es más que una representación humana, donde cada personaje tiene aire para hablar y desenvolverse sin clichés de género o ataduras tópicas. Es espectacularidad, paisajes espectaculares, un reparto más que acertado, y casi ocho horas de un buen relato del Oeste.

¡A los indios, que vienen los caballos!