domingo, 7 de enero de 2018

El fin de los días








A finales de mil novecientos noventa y nueva existió un síndrome mediático conocido como el efecto 2000. Yo recuerdo poco de esto que no afecte simplemente al cine o a un videoclip de Jennifer López. Me la pelaba un poco, vaya. Pero recuerdo con el tema del efecto 2000 y la posibilidad de irnos al mamadero Hollywood sacó la artillería. ¡Y ahí estaba Arnold Schwarzenegger estuvo allí para arrimar el ascua a su sardinilla con El fin de los días!

Arnold Schwarzenegger llevaba una segunda mitad de los noventa de capa caída. Después de Mentiras Arriesgadas había hecho Eraser, Batman & Robin y Un padre en apuros, y estaba loco por un taquillazo. Parecía haber perdido el favor del público y la mejor forma de volver al éxito era retomar su esencia. Arnold simbolizaba el héroe absoluto para los espectadores, y tocaba enfrentarlo con el Mal Absoluto. ¡Arnold contra el mismísimo Satanás!

Después de tantear a Sam Raimi o Guillermo del Toro, Peter Hyams se llevó el gato al agua por recomendación de James Cameron y porque Marcus Nispel fue despedido por filtraciones de sus "caprichitos bisoños" a la prensa. Hyams, ese director de los llamados artesanos que tanto gozo nos ha dado con películas como Atmósfera Cero, The Relic, Permanezca en Sintonía o 2010 Odisea Dos, firmó la dirección y la fotografía dándole un toque más personal de lo supuesto a la gran vuelta a la acción de Arnold Schwarzenegger. Y la película gana con las filmaciones nocturnas y los encuadres cerrados, más propios del thriller que de la acción fantástica. Es más rollo Seven que Terminator, lo que no termina de cuadrar entre lo expuesto y lo que se pretende hacer. ¡Ah, pero de qué va esto!

Estamos a puntito de entrar en el año 2000 y todas las profecías habidas y por haber deben cumplirse; una de ellas es que un chica de veinte años debe desposarse con el mismo Lucifer antes de que termine el año. La chica, una Robin Tunney que tiene la misma cara de alelada en ésta que en Supernova, ha sido criada en secreto por la secta de Satán y está a punto de caramelo. Pero los libidinosos planes de Satán, que ha tomado el cuerpo de Gabriel Byrne, se verán abortados por Jericó, un antiguo policía de Nueva York traumatizado como el que más y capaz de endiñar frases lapidarias con bastante soltura.

El fin de los días es el último ejercicio de cine puro de Arnol Schwarzenegger. Aquí lo da todo después de que le diera un jamacuco en Batman & Robin. ¡Incluso amaga con llorar! Se tira de helicópteros atados a una cuerda, separa vagones de metro con sus manos desnudas, dispara a sectarios, soporta a un compañero coñón, Kevin Pollack, que ya hiciera buenas migas con Gabriel Byrne en Sospechosos habituales y que incluso repiten frase de la misma película... Arnold quería volver al podium de la taquilla y lo quiso hacer con una historia de moda, con el villano perfecto, el momento idóneo y un presupuesto de cien millones de dólares que se fueron para él y para unos efectos infográficos que pretendían impactar a un espectador navideño y ansioso por ver a su titán favorito dándole lo suyo al Demonio.

Bueno, la película está ahí. No es mala, no es buena, tiene buenas ideas, buenas frases lapidarias, buenas intenciones... pero se queda en tierra de nadie porque ni es un thriller oscuro ni una de acción al uso. Meterle cuatro tiros a Satanás y no generar cachondeo es difícil, y mantener un tono serio dentro de una cosa así, casi imposible. El guión de Andrew W Marlowe bebe de tantas referencias y de tantas fuentes, que no llega a ninguna parte. Usa frases famosas de otras películas de los actores, plagia planos... Es un monstruo divertido y disfrutón. Una peli de videoclub de pura cepa que no cuajó en unas Navidades donde se estrenaba una de Bond. Pero a mí me mola.

2 comentarios:

  1. y lo más importante, Gabriel Byrne orinando fuego xDDDDD. Gran película en mi opinión, muy reivindicable y muy disfrutable.

    Y coño, a mi me gustaban Eraser y Un Padre en apuros xDD. Gran post, como siempre :)

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  2. Eraser es más cine B en realidad. Un producto extraño de Chuck Russell que se merece un análisis.

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