viernes, 17 de noviembre de 2017

Strangers Things volumen 2







Advierto que puede haber destripes. ¡Aviso!


Strangers Things es la última gallina de los huevos de oro de Netflix. O al menos, la más reciente, la que hace que la gente se eche colirio para soportar el maratón de nueve horas antes que nadie le reviente la vida contándole el final. Porque sí, porque el mundo está lleno de hijos de puta y muchos viven por y para las redes sociales. El caso es el caso, que he visto Stranger Things vol. 2 y la he disfrutado muchísimo. Así, sin más, sin muchos peros, si flecos, si poner la peguita que me hará parecer más sagaz, más inteligente, y más atractivo que la mayoría. Stranger Things vol. 2 es la elevación de la fórmula anterior; la verdadera receta mejorada de los anuncios de pan de molde; es el bocata de mantequilla y salchichón; es la expectativa encarnada del que disfrutó con la primera temporada.

Los hermanos Duffer han cogido todos los elementos que gustaron en el primer volumen y le han echado glutamato monosódico para doblar la sensación. ¿Un bicho parecido a Alien? ¿Has visto Aliens? ¿Dinámicas prepúberes? A tope de ellas. ¿Relaciones entre personajes teóricamente antagónicos? Pues nos dan varios. Más presupuesto, más ambición, más scope, más referencias, más planos calcados... y mejor historia. Quedarse con la idea de que Stranger Things es un batiburrillo de referencias a los ochenta y al modelo Amblin es quedarse en el bordecito de la piscina donde Barb se fue para no regresar jamás.

La mitomanía ochentera no es mala de por sí. Es parte de su tono, de su alma. Es como decir que Narcos no mola porque está llena de tíos chungos mal vestidos y la gente habla muy mal. Stranger Things es la coherencia hecha historia. No engaña a nadie, ni vende humo. Es una serie sobre un grupo de chavales que se enfrentan a un mal que nadie entiende en un pueblo de mala muerte. Punto. No hay más. No tenemos a Lindelof, ni vueltas de tuerca rompedoras. Es sota, caballo y rey en un mundo donde pedimos sofisticación pero no admitimos una historia sencilla, que no simple. 

Stranger Things tiene dinero en cada episodio, buenas interpretaciones, una historia interesante, y el aliño fácil del elemento conocido que te despierta una sonrisa. Tiene BSO electrónica y canciones que nos suenan, tiene un epílogo más largo que la resolución de la historia. Tiene a unos niños que sudan carisma y simpatía; tiene a los mejores mutantes que he visto en una pantalla, tiene muertes que te llegan y diálogos que no dan vergüenza ajena. Es la dignidad hecha televisión; y yo la he disfrutado. Ya la echaremos de menos, ya.

1 comentario:

  1. Ya la estoy echando de menos, lo mismo no puedo decir de este blog. Grande, muy grande :)

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